La Eta y la izquierda: respuesta a Agudo


Al leer la entrevista que La República le realizara el 16 de abril al abogado vasco Joseba Agudo sentí que había llegado la hora expresar el punto de vista no solo mío si no de muchísima gente de izquierda, militantes de toda la vida, acerca de la relación entre los hechos del Filtro, la izquierda uruguaya, la ETA y el conflicto vasco. Como soy de los que creen que el que calla otorga, escribí un extenso artículo que fue contestado por Agudo el 18 de mayo. Tendrá que perdonar el diario el abuso, pero esta polémica merece el espacio utilizado.

Para contestar la carta de Agudo, lo primero que tenemos que preguntarnos es: ¿cual es, en la actualidad, el principal problema para el pueblo vasco? Dice este abogado que es “el de los nacionalismos totalitarios español y francés”.  Vamos por un instante a aceptar esta afirmación como una hipótesis. Hagámonos entonces una segunda pregunta: ¿cómo se expresa ese totalitarismo? ¿son discriminados los vascos por los españoles?

Más de un desprevenido se sorprendería al saber que el País Vasco se rige por un estatuto aprobado por referéndum que crea sus propias instituciones de autogobierno (Gobierno y Parlamento de la Comunidad Autónoma) y que goza de un marco de competencias exclusivas muy amplio (enseñanza, sanidad, transportes, carreteras, industria, cultura, entre otras) lo que le otorga a sus ciudadanos una autonomía superior a la de cualquier otra región europea, incluidos los länder alemanes.

Además, esta Comunidad Autónoma disfruta, gracias a un acuerdo con el Estado, de una capacidad propia de recaudación de impuestos, de una policía autónoma vasca (la Ertzaintza), así como una televisión y radio públicas vascas que emiten en vasco, que se reconoce como lengua oficial. Por si esto fuera poco, en la Comunidad Autónoma Vasca gobiernan ininterrumpidamente los nacionalistas vascos, solos o en coalición, desde que entró en vigor la Constitución, controlando esos medios de comunicación autonómicos y la educación, además de haber establecido la bandera, el himno y hasta el nombre de Euskadi. El parlamento se renueva periódicamente por voto popular, la libertad de expresión es irrestricta y no creo que ni al más recalcitrante ultranacionalista se le ocurriría decir que los ciudadanos vascos son discriminados con respecto a los andaluces, gallegos o asturianos (por nombrar algunos).

Hagámonos entonces otra pregunta: ¿Será que a pesar de esas amplias libertades civiles y políticas el País Vasco es presa de la expoliación de sus recursos naturales y sus riquezas a favor de otras regiones, o que es discriminada económicamente por el Estado, o que sus ciudadanos tienen menores posibilidades económicas que los demás españoles? Aquí puede redoblarse la sorpresa ante la realidad de una Comunidad Autónoma Vasca que es la segunda región española (entre 19) en la distribución de la renta nacional, con un 47% por encima del promedio nacional. Que es la de mayor crecimiento económico. Que es, junto a la Cataluña, la que mejor tratamiento recibe del estado español desde el punto de vista fiscal. Es, además,  la región que tiene mayor producto interno bruto per cápita y –lo que más importa- es la que tiene el nivel de vida más alto de España.

Creo que este último punto es especialmente importante a la hora de hablar acerca de la solidaridad internacionalista mencionada por Agudo. Para hacerse acreedor de la misma, no alcanza con sacar un cartel que diga “soy de izquierda”. La lucha anticolonialista y antiimperialista que sacude nuestro continente, África y Asia hace cuatro décadas y que origina los movimientos de apoyo y de solidaridad en todo el mundo tenía causas estrictamente económicas, era la lucha de los pueblos explotados contra las estructuras económicas que los mantenían –nos mantienen- en la pobreza. No parece el caso vasco.

Uno se pregunta, entonces… ¿cuál es la expresión de ese “nacionalismo totalitario y jacobino español” que tanto aflige a Agudo? ¿El que el País Vasco no sea independiente? ¡Pero es que para eso primero tienen que convencer a la mayoría de los vascos! y para eso están los mecanismos democráticos, que por otro lado utilizan aunque desprecien. En las recientes elecciones, Euskal Herritarrok, el sector que representa políticamente a la ETA, los que quieren ¡independencia ya! ha obtenido apenas un 7%, lo que exime de mayores comentarios acerca de su apoyo popular. El 93% restante se divide casi a partes iguales entre independentistas moderados y quienes están en contra, pero la discusión de ese 93% es entre partidos y personas que siguen los carriles del juego democrático, lo que implica convencer, intentar ganar adeptos (votos) para una u otra posición con argumentos y no eliminar físicamente al adversario. Quizás será por ese magro 7% que Arnaldo Otegui, el líder de EH, señaló al otro día de las elecciones que “el Parlamento de Vitoria no representa la voluntad democrática del pueblo vasco” (¿Quién la representa, entonces?)

Vuelvo entonces a la pregunta inicial: ¿cual es en la actualidad el principal problema para el pueblo vasco? Las encuestas realizadas recientemente allí –y un mínimo sentido común- señalan que para los vascos el problema principal no es la independencia sino el terrorismo y la violencia. Agudo despacha el problema muy fácilmente con un “reconozco que hay una violencia ejercida por vascos independentistas, bien a través de la organización ETA o a través de otros tipos de lucha” (bueno estaría que lo negara) para luego hablar de “la práctica sistemática de la tortura, el trato degradante que se da en las prisiones a los presos políticos vascos y vascas”, tema sobre el cual dice yo no quiero hablar. No tengo inconveniente en hablar de ese tema, pero es difícil darle credibilidad a quienes por un lado hablan de derechos humanos y por otro aprueban el terror y el asesinato cuando conviene a sus ideas políticas sin que se les mueva un pelo.

Recomiendo, además, a quien le interese el tema,  tomarse el trabajo de investigar la situación de los presos vascos y de la tortura en España en los documentos sobre este tema de Amnistía Internacional, la Comisión Europea de Derechos Humanos o el Comité para la Prevención de la Tortura. La situación que plantean es bastante diferente a la denunciada por Agudo. Todos los documentos se encuentran en Internet, a disposición de cualquiera. (Recomiendo especialmente el “Informe del Comisario Europeo de Derechos Humanos sobre su viaje a España y en particular al País Vasco”. Contundente).

En el fondo, lo que me exige Agudo cuando se enoja por el tono de mi artículo es tolerancia, sin darse cuenta que la tolerancia no tiene que ver con el tono en que se realiza una discusión, sino con la actitud con que se enfrentan las ideas del otro, cuando no coinciden con las nuestras. Yo puedo discutir duramente, hasta agriamente con Agudo, pero no se me ocurre ni por asomo que mis profundas divergencias con él me den derecho a darle un balazo en la nuca. ¿Suena exagerado? Pues eso es lo que hace la ETA en España. Es la intolerancia llevada a su extremo más salvaje. Que nadie me venga con el verso de que el “conflicto político entre Euskal Herría y el estado español” se resuelve ejecutando fríamente de un balazo en la nuca a un profesor de derecho, a un concejal o a un periodista (dicho sea de paso, la campaña etarra de asesinatos y atentados contra periodistas de una docena de medios de comunicación además de atentar gravemente contra el derecho de información de los vascos recuerda la metodología empleada por las dictaduras del cono sur, especialmente por los militares genocidas argentinos. El odio a los periodistas es el miedo a la información y a la libre circulación de ideas).

Ya es hora de que desde la izquierda dejemos de callar ante los demás lo que criticamos en voz baja entre nosotros. Basta de hipocresía. La construcción de una alternativa progresista en nuestro país nos exige también ante estos temas tomar posición con claridad y rectificar posturas que tienen que ver más con anacrónicos tics que con análisis realistas.

Si no, no tendremos autoridad para hablar de otros temas mucho más cercanos y dolorosos