Los blancos y la izquierda en Maldonado: la madre de las batallas por el cambio


Los blancos y la izquierda en Maldonado

La madre de las batallas por el cambio

Llegó la hora. Ya han quedado atrás las encuestas, discursos y debates. El aire está cargado de electricidad. Los maldonadenses están viviendo estas elecciones con una intensidad aun mayor que la experimentada el 31 de octubre último.

La sensación es de cambio profundo, removedor, de transitar por momentos históricos. En el Interior, el cambio no parece tal si quienes están al frente de las administraciones locales –los únicos gobernantes a los que se les ve la cara todos los días– son los mismos que han ocupado ese lugar desde siempre.
Los militantes de izquierda están con la ilusión a cuestas, y cada encuentro en cualquier esquina se transforma en un análisis de posibilidades y en un entrevero de cifras y esperanzas. Ya quedaron atrás los enfrentamientos de una campaña muy particular, que la dirigencia deberá analizar autocríticamente cuando llegue el momento. Pero para los encuentristas ahora es momento de mirar adelante, lo que también equivale a observar el pasado reciente del departamento para no repetir errores.

UNA ADMINISTRACIÓN CUESTIONADA.

La sociedad de Maldonado está pidiendo un cambio. Lo reconocen los propios candidatos oficialistas, uno de los cuales tiene como eslogan central de campaña la frase “Antía, pero con cambios”.
No es que todo lo que haya hecho la actual administración esté mal. Si así fuera, no se entendería que el índice de aprobación a su gestión, según Factum, esté en el 49 por ciento. La situación de las calles no es mala, los servicios municipales se cumplen aceptablemente bien y las ciudades están limpias, aun cuando todo esto sea notorio en Maldonado y Punta del Este y no tan cierto cuanto más al norte del departamento se vaya. Pero, ¿a qué precio?
El fracaso de la administración de Antía no está en el cumplimiento de estos servicios básicos sino en otros aspectos relacionados con el clientelismo y la falta de transparencia, con el déficit democrático y, lo que es más grave, con la entronización en las alturas del poder municipal de un grupo muy fuerte de empresarios vinculados al sector de la construcción y a las licitaciones.
La confusión entre el aparato partidario y la estructura municipal es de tal magnitud que una derrota oficialista significaría un desastre para los blancos. Ya hace demasiado tiempo que esta colectividad soluciona sus problemas internos, pacta acuerdos entre sectores y basa el propio funcionamiento con los cargos y recursos de la Intendencia. El costo que Maldonado ha pagado por esta mimetización entre partido y Estado, que va mucho más allá del clientelismo tradicional, es muy alto. En la Intendencia no hay concursos para ingresar ni mesa de ascensos, y los méritos partidarios son los únicos que cuentan para hacer carrera. Transformar esa estructura amorfa, acostumbrada durante 15 años a la intriga politiquera y a la discrecionalidad, en una organización medianamente eficiente, no será tarea fácil.
Otra consecuencia de esta política ha sido el engorde de la plantilla municipal, que convirtió a Maldonado en la administración comunal con mayor número de empleados por habitante. Eso hace que haya funcionarios sin casi nada que hacer, o que se inventen cargos dignos de Ripley como el de “inspector de pozos”.
Pero seguramente los aspectos más polémicos de la actual administración han sido los relacionados con las licitaciones. La limpieza de playas, el barrido urbano, el cuidado de parques y jardines, el mantenimiento de la maquinaria municipal, todo lo hacen amigos del poder. Esto no sólo distorsiona la vida comercial del departamento (ya que las empresas acomodadas, al tener ganancias aseguradas están en mejores condiciones para competir en el resto del mercado), sino que los servicios contratados, aunque se cumplan correctamente, son carísimos. También aquí se llega a extremos de película. El candidato encuentrista Óscar de los Santos denunció en conferencia de prensa lo sucedido con una licitación para el mantenimiento del alumbrado público, ganada por una empresa que ofertó un precio de 735 pesos la hora. Según demostró con documentación, en un lapso de 21 días se le facturaron a esa firma 1.500 horas, por lo que según sus palabras, “o se le pagó de más o para la Intendencia los días tienen 72 horas”.
En realidad, las denuncias sobre irregularidades en las contrataciones y licitaciones han sido una constante en los últimos años. Pero tampoco se puede esperar mucho celo del intendente en la demarcación de los límites éticos en este tema entre sus correligionarios. Al fin y al cabo, durante las dos administraciones anteriores, el propio Enrique Antía facturó alrededor de 9 millones de dólares gracias al monopolio que tenía sobre el mantenimiento de los espacios verdes de Maldonado. Pasó directamente de gran concesionario a intendente. Por eso Alfredo Lara, un edil herrerista muy crítico del oficialismo durante los últimos cinco años, anunció la semana pasada que aunque no abandona el lema ni se integra al EP-FA, votará a Darío Pérez, otro de los candidatos encuentristas. “El Partido Nacional en Maldonado ha sido tomado por asalto por empresarios, y yo no estoy dispuesto a votar empresas ni empresarios”, señaló Lara a BRECHA.
Pero en el panorama general lo más preocupante es el proceso por el cual el gobierno blanco se ha transformado en el defensor de los intereses de los grandes empresarios de la construcción. La trama ha pasado a ser directa y los vínculos se simplifican como en épocas de Pacheco Areco: los propios empresarios se meten en política y encabezan la pelea sin intermediarios. La insistencia en construir sin otros límites que los que impongan los compradores puede hacer ganar muchos votos al Partido Nacional entre la multitud de desempleados que hay en el departamento, pero también le genera contradicciones con las capas medias que han empezado a advertir que este camino beneficia enormemente a unos pocos y amenaza el futuro de todos.
Es por todo esto que la discusión en esta campaña electoral no pasa por si la ciudad está limpia o hay pozos en las calles. El despilfarro no se nota como en otros departamentos porque los ingresos económicos del municipio son muy importantes. Aunque los tres candidatos del EP-FA han advertido sobre la situación de desfinanciación que arrastra la administración, porque ni siquiera una Intendencia rica como la de Maldonado soporta mucho tiempo una mala gestión financiera.

CARA A CARA.

La semana pasada el hecho político más trascendente fue el debate televisivo entre Antía y De los Santos. El programa fue retrasmitido en directo por varias radios locales y algunas de Montevideo, y por los cables de San Carlos y la zona oeste del departamento. En un clima de gran expectación ambos candidatos midieron sus armas en un duelo que duró aproximadamente dos horas y media y fue seguido con atención por una audiencia récord. Los temas a tratar, la duración de cada bloque, la ubicación de los contendientes y hasta el número de cámaras fueron discutidos días antes por los equipos de campaña de cada uno, algo inédito en debates departamentales. El resultado, como suele suceder, fue diferente según el color político del observador. Pero más allá de visualizaciones partidarias, hay consenso en que De los Santos mantuvo a Antía contra las cuerdas con un estilo agresivo, y que el dirigente blanco, muy nervioso, no pudo responder casi ninguna de las acusaciones lanzadas al aire. Se habló de todo: de corrupción, del tema del agua y el saneamiento y de las excepciones. El debate fue productivo porque hacía muchos años que el intendente no recibía en persona y ante los ojos de miles de ciudadanos, los cuestionamientos de una oposición con la que ha tenido cero diálogo.
Los últimos días son de grandes caravanas y actos finales. El de De los Santos se realizó el lunes 2, y contó con la presencia del ministro Víctor Rossi y del propio vicepresidente Rodolfo Nin, quien sorprendió a todos porque no había anunciado su asistencia. Abriendo el paraguas ante las críticas blancas que en días posteriores lloverían sobre los ministros que participan en la campaña, Nin señaló en el acto que aunque no tiene inhibiciones constitucionales se mantuvo al margen de la campaña electoral “porque me parecía que en aquellos lugares donde había varios candidatos de nuestra fuerza política, uno tiene que ser lo suficientemente ecuánime en relación al cargo que la ciudadanía nos dio y no intervenir en favor o en detrimento de algún candidato”. Sin embargo, luego de contar que ése era el único acto de toda la campaña en que había participado, no pudo con su genio y se despachó con un “ustedes saben, porque sería tonto disimularlo, que si yo fuera de Maldonado votaba al Flaco De los Santos”.
El acto final de Pérez tuvo lugar en la noche de ayer, miércoles, cuando esta edición ya estaba cerrada, y se anunciaba la presencia de la ministra Marina Arismendi y las actuaciones de Daniel Viglietti y la murga Agarrate Catalina. Ricardo Alcorta decidió en cambio no hacer actividad de cierre y sumarse a la de todo el EP-FA que se realizará en la noche de hoy, jueves, con la actuación de Ruben Rada.
Hay demasiadas incógnitas en el aire. Cualquiera de los tres –Antía, De los Santos y Pérez– puede acceder a la Intendencia. Según los datos revelados ayer, miércoles, por la empresa Factum (en El Espectador), el EP-FA tendría el 44 por ciento, contra el 39 del pn, pero habría –hasta el sábado 30, cuando se recogieron los datos– un 13 por ciento de indecisos. Entre los blancos se impone lejos Antía, pero en el EP-FA la situación es muy pareja entre De los Santos (con el 20 por ciento de las preferencias) y Pérez (con 19 por ciento); Alcorta contribuye con el 3 por ciento. La pelea es voto a voto, y eso ha contribuido a que la de Maldonado sea concebida como la madre de todas las batallas del Interior.