Presentación del libro “Por estas calles” de José Luis Ricci


Kafka dijo una vez: “un libro debe ser un pico que quiebre el helado mar que nos rodea”. Y en realidad, me parece que esta frase es indicadísima para el comienzo de la presentación de “Por estas calles”, la primer obra de Memo Ricci. Porque los veintitrés cuentos que componen este libro  -23 y no 26, como escribió en la contratapa algun distraído que metió en el saco de los cuentos a la canción, una poesía y hasta el prólogo del libro-  estos veintitres cuentos son de alguna manera un pico que rompe el hielo de nuestra soledad y de la alienación, que creiamos que eran males de otros lugares pero llegan tambien hasta nuestras calles.

Cuando comencé a leer el libro, las primeras páginas del prólogo, donde Memo explica las circunstancias en que empezó a escribir, me llevaron a pensar que lo que tenía entre mis manos era un manojo de anécdotas entretenidas para leer en el omnibus o para cuando se va la señal del cable (que por mi barrio pasa bastante seguido). Sin embargo, a medida que leía los veintitres cuentos me di cuenta que no eran de ninguna manera el tipo de material escrito simplemente por la inactividad forzada de una gripe. El volante que está por allí dice “las historias y las anécdotas de la gente y un cartero que usted ya conoce”. Y yo no estoy del todo de acuerdo con esa imagen, porque veo mucho más que un cartero con historias divertidas para contar. El hecho de relatar historias aparentemente muy sencillas que transcurren en las calles donde vivimos, y de ver en estas páginas a nuestros vecinos y amigos y parientes no debe dejar en segundo plano que acá hay un libro bien escrito, bien estructurado, que se deja leer con comodidad –muy importante- donde las descripciones son claras y creíbles, y los diálogos tienen una frescura y vitalidad atrapantes.

Memo se mete con soltura en un género difícil y además muy apreciado por los uruguayos: el cuento. Sorprende lo bien escrito que está este libro. No porque dudara de la habilidad de Memo, -que directamente no la conocía-, sino porque he leído muchísimas veces acerca de la especial complejidad y dificultad de este género y le tengo enorme respeto. La invitación que me hizo el Memo para hablar esta noche me llevó a rebuscar en mi biblioteca y a releer lo que dicen algunos escritores con mucho oficio acerca del cuento. Así que, si bien como dije antes no voy a hacer un análisis técnico del libro, si voy a decir un par de cosas acerca de ciertas particularidades del genero que me parecieron interesantes y para que no se pierda la perspectiva de que enfrentar esta tarea no es cuestión simplemente de tener algunas anécdotas interesantes.

Dice García Marquez que “escribir una novela es pegar ladrillos. Escribir un cuento en cambio es vaciar en concreto”. Jorge Luis Borges –de quien recordemos que escribió, además de poesía y ensayos, muchos cuentos magistrales pero ni una sola novela- se refiere frecuentemente en sus ensayos a los contrastes entre ambos generos: él dejó de lado la diferencia más inmediata de la extensión y señaló que lo que caracteriza a la novela es que la atención está centrada en los personajes, y en cambio en el cuento lo primordial es la trama: los personajes sólo tienen importancia como nudos de esa trama.

Para Isak Dinesen, lo importante en un cuento son los silencios: dice que si un contador de cuentos es inflexiblemente leal a la historia, al final el silencio hablará.

En realidad, a medida que iba buscando encontraba más y más referencias al cuento, y a su extraña condición de pariente pobre pero admirado de la literatura. Encontré un manual para escribirlos, encontré un par de decálogos y alguna clasificación. Encontré quienes decían que es imposible establecer reglas. Hoy salió en la contratapa de El Pais Cultural el discurso pronunciado por el escritor guatemalteco Augusto Monterroso al recibir el Premio Principe de Asturias de las Letras, y se ocupa íntegramente de este tema. Dice Monterroso que la vida es triste. “Y si es verdad que en un buen cuento se encuentra toda la vida, un buen cuento será siempre triste”. Sin duda que merece ser uruguayo, este Monterroso, por lo melancólico.

Como se ve, hay mil teorías diferentes sobre los cuentos, mucho más que sobre la novela. Lo cierto es que es un género que atrae a los mejores escritores. Hay quien considera que la obra cumbre de Cortázar no es “Rayuela”, sinó algunos de sus cuentos como “El Perseguidor” o “Casa tomada”. García Márquez considera su obra maestra el cuento “el otoño del patriarca”, y el mismo asegura que Ernest Hemingway podría quedarse en la historia de la literatura por algunos cuentos magistrales antes que por sus novelas más famosas.

En definitiva, todos coinciden en que es un género difícil y un desafío. Quizás en lo único que están de acuerdo casi todos, es en dos aspectos acerca del cuento que lo caracterizan y lo diferencian de la novela: en la importancia en la intensidad y la unidad interna, y que en un cuento, mucho más que una novela, lo que no se dice tiene tanta o más importancia que lo que sí se dice. Por eso escribe Garcìa Márquez que cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que a uno se le ocurra del antes y del después, y todo eso seguirá siendo parte de la magia de lo que se leyó.  Y se me ocurre que a lo mejor el hecho de que Memo sea músico y conozca el valor que tienen en una obra musical las pausas y los silencios, no es ajeno a la habilidad con que maneja estos elementos en su escritura.

Alguno razonablemente podrá pensar que a lo mejor esto tiene poco que ver con el motivo por el cual nos reunimos esta noche, pero es que cuando se leen algunos cuentos de este libro como la Mosquita Muerta, Las Cosas del Amor o La Casa de los Matorrales, uno se da cuenta de lo quieren decir estos escritores porque en esos relatos los silencios hablan. Y los puntos finales de cada uno de esos cuentos no son los finales de las historias, que siguen recreandose y tomando caminos que para cada lector seguramente seran diferentes.

Hay que decir que es un placer leer los cuentos de Memo porque entretienen y tienen sustancia a la vez. No sé si serán estilísticamente correctos porque no estoy capacitado para hacer un análisis de ese tipo, pero voy a decir que tampoco me preocupa demasiado. Aunque reconozco sin ningun complejo que hay obras que simplemente no estan al alcance de uno por su complejidad, tengo la sospecha de que muchas veces la incapacidad de atraer al lector o simplemente la falta de tener algo para decir se disfrazan de técnicas ingeniosas y complicadas. Y termina resultando cansador ese tipo de literatura difícil, que necesita publicos con,  mínimo, un master en literatura francesa del siglo XIX.

Jorge Luis Borges tiene un ensayo muy interesante donde hace una crítica demoledora de este problema de la literatura: se burla de los escritores que entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sinó las presuntas habilidades de un escritor: sus comparaciones, su acústica, las cuestiones acerca de la puntuación y de su sintaxis. Y para probar lo que quiere decir, Borges pone como ejemplo nada más ni nada menos que la obra más importante de la lengua castellana: El Quijote. Dice Borges que basta revisar unos cuantos párrafos para sentir que Cervantes no era un estilista y que le interesaban demasiado los destinos de Don Quijote y de Sancho Panza para dejarse distraer por su propia voz.  Dice Borges que la página perfecta para esos críticos, esa página de la cual ninguna palabra puede ser tocada porque hay un equilibrio exquisito del conjunto, es la más débil de todas. En cambio la que tiene calidad puede atravesar el fuego de las erratas, de las lecturas apuradas y distraídas, gana batallas contra malos traductores, y todo eso sin perder en el camino su alma. El que heredó de algun abuelo una vieja biblioteca  y le da por curiosear en ella, aunque nunca haya pisado un aula termina aprendiendo que los clásicos son clásicos por buenos y no por difíciles.

Por favor que nadie entienda esto como una excusa ante la torpeza o un apoyo al conservadurismo en el arte. La búsqueda de nuevos lenguajes, ha sido el motor que ha movido el arte desde siempre. Me parece que la experiencia del realismo socialista ha demostrado que lo peor que le puede suceder a un artista es negarle la posibilidad de matar a sus maestros. Yo expreso solamente una queja personal, una queja de lector, ante la tendencia a esconder en la supuesta originalidad y en el hermetismo la falta de inspiración y talento.

¿Por que esto ultimo? ¿que tiene que ver con el libro de Memo? Bueno, porque ante la avalancha de literatura pretendidamente de vanguardia y que en realidad está muchas veces en la vanguardia del aburrimiento, es bueno encontrar un libro escrito con arte, un libro que con sencillez desarrolla una prosa rica en colores y en sustancia. El libro de Memo no es solamente “interesante”, entre comillas. Es entretenido y para mi fue un placer leerlo. Y es un libro que tiene una unidad básica, es una sola obra, no un grupo de relatos reunidos en un solo volumen. En cada cuento de “Por estas calles” se desarrollan y se articulan dos historias, una sencilla que se cuenta sobre la superficie y otra subterránea, secreta, que atraviesa todo el libro y que es la que mantiene el hilo conductor en toda la obra, la que le da unidad y la que dibuja con el pincel del escritor su visión y sus reflexiones acerca de los eternos problemas de la literatura y el arte en general: el amor, la soledad, la muerte, la amistad, el paso del tiempo.

Y lo hace mostrandonos a nosotros mismos, rescatando identidades que casi no conocemos porque vivimos preocupados por si la temporada fue buena o mala, si será buena o mala. No es casual que este libro venga de alguien nacido y afincado en San Carlos, con ese sentido de permanencia que tiene esta ciudad y que se ha debilitado en Maldonado y Punta del Este ante el fenómeno de la inmigración interna. Allí, ya casi no nos conocemos. Memo Ricci ha sido una especie de viajero entre dos mundos, y esta es también una cronica de esos viajes.

A lo mejor el guatemalteco Monterroso tiene algo de razón con eso de la tristeza, porque si bien al leer estos cuentos uno sonríe y hasta se ríe muchas veces con situaciones muy graciosas, sin embargo, el sentimiento que a mi personalmente me dejó el libro en su conjunto es el de una cierta melancolía. A lo mejor, porque junto a ese compañero de trabajo picaflor del cuento El Gamuza, a los griteríos alegres de los niños,  junto a la almacenera o el jubilado que desfilan por estas páginas, está tambien la presencia de los desaparecidos, está el drama del exilio económico -y uno siente varias veces la ausencia de su hermano, del Flaco Eddy-, están los marginados, está también la soledad y la muerte. Todo eso también tiene su espacio en este libro.

No quiero terminar estas palabras sin decir que me alegra la repercusión que el lanzamiento de este libro ha provocado en Maldonado y San Carlos. La atención de los medios de prensa, el apoyo de la Junta Local y de su presidente, y creo que también el de la Intendencia Municipal hacen pensar que el esfuerzo que hace el Memo o cualquier artista para mostrar el fruto de su inspiración a la sociedad vale la pena. Este libro no es lanzado por ninguna editorial, es una apuesta de Memo Ricci a costa de su propio bolsillo, como son la mayoría de los libros que se publican en nuestro departamento. La literatura, como la pintura o la música, no son negocios especialmente redituables en nuestro medio. El Memo seguramente habría ganado más plata si hubiera dedicado sus esfuerzos a poner una inmobiliaria, dicho esto con el mayor respeto para los inmobiliarios. Por eso me alegra ver este salon lleno de gente.

En una encuesta que hizo no me acuerdo qué revista entre cientos de escritores famosos, preguntando los motivos por los que escribían, Gabriel García Márquez respondió que él lo hacía para que lo quisieran más sus amigos. Si el Gabo esta noche estuviera en San Carlos se habría dado cuenta que acá hay un escritor que puede escribir por mil razones menos por esa, porque mirando este salon lleno de gente salta a la vista que acá al Memo Ricci lo quiere todo el mundo.