Artículo sobre el libro “Proceso Histórico del Partido Comunista Paraguayo (un itinerario de luces y sombras)” de Antonio Bonzi,


En la historia de los movimientos revolucionarios en América Latina, el papel de los partidos comunistas difiere notablemente entre sí. Es lógico que así sea; el desarrollo histórico de cada país condiciona en forma específica su estructura política. Un proyecto político no se construye de igual manera en una sociedad democrática que en una dictadura, ni una sociedad de fuerte desarrollo industrial genera el mismo tipo de contradicciones que una agraria semifeudal.

Por eso el libro de reciente aparición “Proceso Histórico del Partido Comunista Paraguayo (un itinerario de luces y sombras)” escrito por Antonio Bonzi, veterano ex dirigente del PCP, es un más que interesante texto no solamente para politólogos o sociólogos, sino para aquellos interesados en asomarse a la trágica historia de Paraguay del siglo XX desde una óptica muy particular: la de quienes combatieron sin claudicaciones las sucesivas tiranías de este país sudamericano.

El Partido Comunista Paraguayo tiene una historia poco conocida en nuestro país. Su trascendencia dentro del movimiento comunista internacional no tuvo el peso, por ejemplo, logrado por los PC de Chile y Uruguay, donde una larga actuación en democracia permitió el fuerte desarrollo de ambos partidos, su transformación en movimientos de masas de poderosa influencia y su acceso en diferentes niveles a espacios de poder político. Los partidos comunistas de Brasil y Argentina, por su lado, ambos con historias contradictorias de avances y retrocesos, de cuestionadas estrategias aún discutidas y de trágicas divisiones, tuvieron igualmente un importante espacio de atención por parte del movimiento revolucionario internacional en base a la trascendencia geopolítica del medio en que se desenvolvían. Quizás a todo esto se deba el poco conocimiento sobre el papel de un partido como el paraguayo que a lo largo de 61 años -desde su fundación en 1928 hasta el derrocamiento de Stroessner en 1989- sólo conoció 7 meses de legalidad.

Sin embargo la obra de Antonio Bonzi nos muestra una trayectoria signada por el trabajo revolucionario en las más difíciles condiciones, por las aventuras insurreccionales, por la preocupación por la unidad del movimiento obrero y popular y por la lucha por las transformaciones democráticas y sociales. Ese combate tiene un alto costo en torturas y prisión, en exilios, en muertos y desaparecidos. También nos muestra las sombras, adelantadas desde el título: el sectarisno, la división, la trágica equivocación de las condiciones subjetivas en las aventuras armadas.

Bonzi intenta a lo largo de todo el libro ofrecer una visión general que haga comprender mejor al lector lo que está leyendo. Por eso dedica amplio espacio no solamente a la situación general del Paraguay o a la influencia del contexto mundial sino que hasta dedica un capítulo entero a explicar de los fundamentos del socialismo científico. No hay que sorprenderse por ello. Es comprensible que el autor, hombre de partido en definitiva, tenga preocupaciones didácticas al presentar un libro fundamentalmente a las nuevas generaciones de un país donde el estudio de las cuestiones relacionadas al pensamiento marxista estuvo prohibido hasta hace una década, y por lo tanto no tienen la difusión que lograron a lo largo del siglo XX en todo el resto del mundo. Para dar un breve resumen del libro obviaremos este capítulo y las partes que no se refieren estrictamente al Paraguay y al PCP.

Proceso histórico del Paraguay

El Capítulo II comienza relatando la situación anterior a la creación del PCP: las luchas obreras de índole anarcosindicalista de fines del siglo XIX y principios del XX, el papel del destacado intelectual Rafael Barret, y los hechos que llevaron a la creación en 1928 del Partido Comunista Paraguayo. Si bien -cómo históricamente ha ocurrido en casi todo el mundo- el origen del P.C.P.está estrechamente ligado a la lucha del movimiento obrero de su país y a la influencia de la Revolución Rusa, el autor destaca el papel del movimiento “Nuevo Ideario Nacional”, básicamente integrado por estudiantes, que sería una de las principales vertientes conformadoras del partido en el futuro. Este movimiento, surgido al calor de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918, rápidamente pasó del ámbito de reivindicaciones estudiantiles y universitarias al cuestionamiento de la situación política y social del país. Los jóvenes del Nuevo Ideario Nacional  serían apenas tres años después de su fundación los protagonistas de un acontecimiento legendario en la historia del movimiento popular en Paraguay: la Toma de Encarnación.

 

La Toma de Encarnación.

En 1931. sin  pensarlo demasiado y sin buscar alianzas con otras fuerzas políticas, un numeroso grupo de jóvenes se embarcan en una aventura -dadas las circunstancias, no hay otra manera de definirla-,  tendiente a iniciar una insurrección popular que instaurara un regimen de tipo socialista. Además de otras acciones de menor importancia toman en audaz acción la ciudad de Encarnación, dominando el cuartel de la marina, la policía y la gendarmería. Durante unos días se adueñan del poder, requisan de los grandes negocios alimentos, trazadas y ropas que distribuyen entre los más necesitados; y dirigen acaloradas arengas libertarias a los vecinos en la plaza pública. La proclama del nóvel “Consejo Revolucionario” desconoce la autoridad del gobierno capitalista, declara la guerra a los explotadores económicos y políticos del pueblo y proclama la toma de la tierra y los elementos de producción para quienes los trabajan. Declara a la ciudad “comuna revolucionaria”. Los jóvenes comuneros pronto tienen que huir ante la llegada de las fuerzas del gobierno, pero este intento de emular a la Comuna de París produce una intensa conmoción en la sociedad paraguaya de la época.

 

La Guerra y el Congreso de Lobos

Sin embargo, poco tiempo tendría el país para reflexionar sobre los hechos de Encarnación: Al año siguiente el país se sumerge en los horrores de la Guerra del  Chaco (1932-1935) en la que perderían la vida  90 mil hombres de ambos bandos. Esta absurda guerra entre dos de las naciones más pobres del mundo se transforma en un nuevo catalizador de las protestas de este grupo juvenil (que aún se mantenía independiente de los partidos políticos). Igual que los bolcheviques durante la primera guerra mundial, los jóvenes revolucionarios paraguayos del Nuevo Ideario Nacional promueven la formación de comités antiguerreros, y deciden realizar en el mismo frente de guerra una campaña de esclarecimiento acerca del carácter burgués de la Guerra del Chaco, expresión de un conflicto ajeno a los intereses de los pueblos que tenía como fondo la disputa del subsuelo petrolífero por parte de dos monopolios imperialistas.

Un año antes de terminar la guerra, en agosto de 1934, en la localidad de Lobos en Argentina, se realiza la refundación del Partido Comunista del Paraguay. Confluyen allí la maduración de posiciones del movimiento obrero, la experiencia de varios de los dirigentes del Nuevo Ideario Nacional y de los Comités Antiguerreros, y la convicción de los pocos comunistas que habían sido protagonistas del primer intento en el 28, de la necesidad de reorganizar sobre bases firmes un partido de clase.

La posguerra y la revolución febrerista

El diecisiete de febrero de 1936, un golpe militar derroca al gobierno del doctor Eusebio Ayala. Habían transcurrido seis meses de de la finalización de la guerra del Chaco, y el gobierno liberal no había sabido dar respuesta a la difícil situación en que se encontraba el país.

Las fuerzas militares rebeldes entregaron la jefatura del gobierno al coronel Rafael Franco, militar de prestigio en el Ejército por su actuación en el Chaco quien se hallaba en ese momento en Argentina. . Dada la proclama de carácter popular de los sublevados, el Partido Comunista decide apoyar el pronunciamiento y  llama a las masas a la insurrección armada, con el fin de darle al movimiento un carácter revolucionario, democrático, anti feudal y anti imperialista. Su apoyo no se limita a las arengas: los comunistas participaron activamente durante las acciones de asalto al poder, principalmente en la toma de la policía y del cuartel de la marina.

Gracias a la nueva situación emergente, el Partido Comunista goza por primera vez de alguna libertad en Paraguay, aunque su etapa estrictamente legal apenas dura 15 días.

Lo cierto es que en los 18 meses de vigencia del gobierno de Franco, y a pesar de su oscilación entre el populismo y las simpatías con los regímenes de Hitler y de Mussolini, los trabajadores obtuvieron importantes conquistas.

También es entonces cuando con intervención protagónica del PCP, la clase obrera se reorganiza y se funda la primera central unitaria, la Confederación Nacional de Trabajadores.

La nueva situación y la promesa del avance democrático generan el rechazo de la oligarquía y la presión del gobierno conservador argentino y de la embajada norteamericana en Asunción. A ello se suma el papel de los elementos derechistas del propio gobierno de Franco, entre ellos tres ministros de ideología abiertamente nazi-fascista. Cediendo a las presiones, Franco realiza un dramático giro a posiciones reaccionarias que provoca la reacción del movimiento popular, la represión al mismo y luego la caída de su gobierno.

El régimen instaurado por el movimiento revolucionario del 17 de febrero de 1936 marca un hito en la historia paraguaya del siglo XX,  y pudo haberse constituido en una base para consolidar estructuras democráticas y avanzar hacia las transformaciones económicas imprescindibles.

No hubiera estado solo. Sus ex-adversarios del conflicto armado estaban realizando un proceso con esas características. Apenas finalizada la Guerra del Chaco, el movimiento insurreccional triunfante de los coroneles Busch y Villarroel en Bolivia lo primero que hace es nacionalizar el monopolio de la industria del estaño, principal rubro en la economía del país. Nada de esto ocurrió en Paraguay. Un nuevo golpe, el 13 de agosto de 1937, termina con un régimen ya totalmente aislado y sin ideas, dando paso a un gobierno de transición que dura dos años y prepara unas elecciones del cual surge surge el nuevo presidente, el General José Félix Estigarribia. El Partido Comunista había impulsado la formación de un “Comité de Acción Cívica” de amplia base cuya principal figura y candidato era una personalidad independiente, pero la falta de libertad imperante impidió la concreción de esta nueva propuesta.

Era el comienzo en Europa de la segunda guerra mundial, y el nuevo presidente se alínea con la “política de buena vecindad” de Roosevelt. El Partido Comunista en la clandestinidad y bajo su influencia la Central de Trabajadores del Paraguay, apoyan esta posición así como las anunciadas intenciones de Estigarribia de gobernar democráticamente. En este período se realizan, por vez primera, contactos entre el presidente y los dirigentes sindicales, quienes son recibidos más de una vez en el palacio de gobierno para deliberar sobnre temas laborales. Esta situación genera críticas internas en la central obrera y una fuerte polémica entre sectores opositores y estudiantiles que acusan a los comunistas y al movimiento sindical de falta de independencia. Sin embargo la situación no dura demasiado. En febrero de 1940 (a cinco meses de asumido el nuevo gobierno), Estigarribia asume todo el poder por el simple trámite de un decreto presidencial, e impone la prohibición de las actividades políticas (eufemísticamente llamada “tregua política”) gobernando de esta manera hasta setiembre,  en que un “accidente” aéreo termina con su vida. Deja como principal aporte una nueva constitución. En un silencioso golpe virtual (ya que la sucesión correspondía al Ministro de Gobernación), luego de la muerte de Estigarribia asume como presidente el Ministro de Guerra, Gral. Higinio Morínigo, cuyas simpatías con el régimen nazi eran conocidas.

Vendrán épocas duras para los comunistas paraguayos.

La dictadura de Morínigo

El “gobierno provisional” de Morínigo, se rodea de elementos abiertamente nazifascistas y desplaza a los viejos hombres del liberalismo del antiguo gabinete de Estigarribia. Inmediatamente comienza a endurecerse la represión contra el movimiento popular.

No son momentos fáciles para el movimiento popular ni para el Partido Comunista: una huelga general tiene una derivación inesperada al abrirse una polémica interna por la dirección que los comunistas imponen en la Central. Sectores del movimiento sindical acusan al PCP de “instrumentar la cauisa gremial a los fines del proselitismo partidario”, aprovechando su mayoría en la dirección de la Central, lo que por otro lado muestra el peso del Partido Comunista dentro del movimiento obrero aún en las difíciles condiciones de clandestinidad y represión contra sus cuadros y militantes.

Antonio Bonzi reconoce que las acusaciones de sectarismo no eran infundadas. Este conflicto debilita al movimiento que además enfrenta una dura represión del régimen, lo que conduce a la disolución de la Central de Trabajadores de Paraguay, a pesar de vivirse un momento de auge de luchas obreras.

El PCP vive también una etapa de crecimiento y expansión. En junio de 1941, el mismo día en que el Hitler lanza la invasión sobre la Union Soviética, se inaugura en plena clandestinidad el I Congreso Nacional del Partido Comunista Paraguayo. En sintonía con las directivas lanzadas unos pocos años antes por Dimítrov relativas a la formación de frentes populares ante el avance del fascismo, el congreso aprueba la conformación de una política de unidad nacional para aislar y combatir al nazi-fascismo que tenía enorme influencia en los circulos más cercanos al poder, a tal punto que el gobierno mantuvo una neutralidad sospechosa con respecto a los beligerantes que perduró practicamente hasta el triunfo de los Aliados en la guerra.

Pronto el PCP encarga a sus mejores cuadros la tarea de volver a promover desde los sindicatos la creación de una central única, que cristaliza poco después con el nombre de Consejo Obrero del Paraguay. La COP se muestra muy activa desde el principio, al compás del ritmo acelerado de las luchas obreras y de la resistencia en la calle. Ayuda a organizarse a decenas de sindicatos en todo el país, llegando a lugares donde el movimiento sindical no había logrado nunca hacer pie. Junto con otras organizaciones de masas como la Federación Universitaria del Paraguay, realizan actos de protesta en las calles que religiosamente terminan en duros enfrentamientos con la policía.   El ansia de derrotar a la dictadura y recuperar un régimen de libertades y el nivel de las luchas obreras arrastran a las capas medias al campo opositor. Poco a poco en la sociedad paraguaya se va generando un frente democrático heterogeneo pero poderoso, que provoca un cambio en la correlación de fuerzas internas en las Fuerzas Armadas y el aislamiento definitivo del régimen. La crisis determina la conformación de un Gobierno de Coalición. El 27 de Julio de 1946 se forma este nuevo gobierno con la participación de colorados, febreristas y representantes de las Fuerzas Armadas. Aún así, el movimiento democrático no tiene la unidad y fuerza suficiente para incorporar a todo el espectro opositor -liberales y comunistas son excluidos-. ni para desplazar al propio Morínigo, que aunque muy acotado por la nueva situación política logra seguir al frente del gobierno.

El Gobierno de Coalición decreta como primer medida una amnistía general amplia y restablece, por fin, las libertades públicas esperadas por tantos años. Paraguay vivirá, durante 7 meses, una primavera democrática que será el último respiro de libertad antes de la larga noche stroessnerista.

En ese período el Partido Comunista Paraguayo aparecerá con una fuerza arrolladora, creciendo de los 300 afiliados a los 10.000 en poco más de 4 meses. En la primera concentración de masas convocada por el Partido, con motivo de la llegada desde el exilio de la dirigencia exiliada, se registra una concurrencia de treinta mil personas. Extiende su accionar a todo el país con gran éxito abriendo locales partidarios y organizando actos en los cuatro puntos cardinales.

El fervor democrático que vivía el país produce inmediatamente la reacción de las fuerzas conservadoras que comienzan una espiral de violencia. La retirada del gobierno de coalición del febrerismo produce una crisis que termina con el triunfo de las fuerzas más reaccionarias en un nuevo golpe de estado. Apenas dos meses después, jóvenes oficiales de la ciudad de Concepción se levantan en armas con el apoyo del febrerismo, el Partido Liberal y el Partido Comunista. Es la guerra civil.

 

La guerra civil del 47 y la derrota

Los cabecillas militares en Concepción, encargan la misma madrugada de la insurrección  a los dirigentes comunistas Obdulio Barthe y Marcos Zeida la redacción de una proclama y un programa revolucionarios. Los comunistas realizan un breve programa democratizador que concita inmediatamente el acuerdo de todos los partidos y sectores contrarios a la dictadura. Sin embargo la falta de decisión y las contradicciones en el frente antidictatorial pronto debilitan y virtualmente paralizan el movimiento. Una última jugada de mano, el intento de tomar Asunción llegando sorpresivamente a través del río está cerca de tener éxito, pero se demoran demasiado y eso da tiempo a Morínigo a rearmarse y derrotarlos. Era el fin de la revolución de Concepción, y el comienzo de la represión más feroz que conociera el país. Miles de presos, asesinatos, campos de concentración. Hay un breve respiro en el 49 cuando la asunción del gobierno de Federico Chávez alumbró la esperanza de un cambio que no llegó a concretarse. Un año después, un integrante de su gobierno, el general Alfredo Stroessner, lo desplaza del poder e impone una tiranía que duraría más de treinta años.

El Partido Comunista Paraguayo pasaría por diversas etapas en los años siguientes. Se equivoca quien crea que todo fue noche en el gobierno de Stroessner. Las luchas obreras y campesinas continúan, con momentos de triunfos y períodos de retroceso. El PCP mantiene su estructura y su prensa, pero la falta de unidad de las fuerzas opositoras y las vacilaciones de las cúpulas de los partidos, influenciadas por la guerra fría, no permiten conjugar fuerzas frente al enemigo común.

La convicción de que las vías legales eran imposibles de transitar junto al triunfo del Revolución Cubana promueve en el Partido la línea de la insurrección armada, que se concreta con la formación de un grupo de combatientes llamado Frente Unido de Liberación Nacional, integrado no exclusivamente por comunistas. Insolitamente, el FULNA nace criticando  otro movimiento armado que también surge en ese momento para enfrental la dictadura, el frente guerrillero 14 de mayo, formado por febreristas y liberales. En definitiva, son derrotados en poco más de un año con la consecuencia de cientos de militantes asesinados.

En la década del 70 y del 80, en el exterior se conformó el Acuerdo Nacional, un movimiento en el que participaron liberales, febreristas y democristianos, y que denunciaba en todos los foros extranjeros la situación del Paraguay. A finales de la década del 80 la conjunción de las luchas obreras y campesinas junto a la presión internacional llevan a la caída de Stroessner y el inicio de la recuperación democrática. La nueva situación encuentra a un partido muy debilitado por sus divisiones internas y por las dificultades en el relevo generacional, convertido casi en un mero testigo de los acontecimientos políticos de los años siguientes.

El futuro y el pasado.

El libro de Antonio Bonzi termina con un diccionario biográfico que da una reseña de los principales dirigentes y mártires comunistas. Sin duda que esta obra se convertirá en un libro de referencia para aquellos que pretendan entender la historia paraguaya del siglo que se acaba de ir. La falta de bibliografía en este tema lo hace doblemente valioso para los propios paraguayos, que en el camino para la construcción de una nueva sociedad democrática, con sus altos y bajos, deben hacer una profunda reflexión sobre los hechos del pasado para sacar las necesarias conclusiones.

Para los demás, es una obra de gran interés que muestra una historia que hay que conocer. Es una cuestión de justicia reconocer en todo su valor la lucha de miles de paraguayos por construir una patria más justa a costa de sangre y sufrimiento. Forma parte de esa epopeya con la que soñaron algun día Artigas, el Gaspar de Francia  y el Che Guevara.