MARCOS ZEIDA: La causa no sabe de fronteras


arcos Zeida Tapa

Por un período de dos años, entre el 2006 y el 2007, trabajé con el dirigente comunista paraguayo Marcos Zeida en sus memorias. El fruto de ese trabajo es el lbro “Marcos Zeida – La causa no sabe de fronteras”.

La presentación del libro se hizo en el teatro de la Casa de la Cultura de la Intendencia de Maldonado, el 11 de abril de 2008.

La siguiente es la exposición que realicé esa noche, con Marcos a mi lado.

Conozco a Marcos Zeida desde hace más o menos 25 años. Es en aquellos años en que la dictadura se batía en retirada, allá por el 83 y el 84 cuando comencé a cruzarme con este hombre alto, de pelo muy blanco, y al decir de Gabriel Di Leone, mirada de búho.

Yo integraba la UJC, la Unión de la Juventud Comunista, y vivíamos una época intensa. Éramos conscientes del momento histórico que transitábamos, y la sensación que teníamos los jóvenes militantes de todos los sectores democráticos es que habíamos logrado derrotar a un monstruo y que el futuro nos pertenecía.

La militancia lo era todo. La fé que teníamos los jóvenes de la UJC en el Partido, en el triunfo del Frente Amplio y del socialismo era total. Susana Vitale, cuando nos veía a su hija Angélica y a mí salir a alguna reunión en Villa Delia, o Pan de Azúcar o Maldonado Nuevo, nos decía “…ahí van los catequistas”. Y en realidad, no estaba tan equivocada. Dice Erich Fromm en “El dogma de Cristo” que los primeros cristianos creían que el reino de los cielos lo iban a ver en vida. Nada de juicio final al final de los tiempos. Ellos creían firmemente que verían con sus propios ojos que, por fin, los pobres serían ricos, los hambrientos estarían satisfechos y los oprimidos tendrían autoridad. Que alguien me explique la diferencia con la sociedad del pan y de las rosas de la que hablábamos los comunistas, con nuestro sueño del hombre nuevo, con aquello de “a cada uno según su necesidad, y de cada uno según su capacidad”. Y nosotros también creíamos que eso estaba al alcance de la mano. Creíamos que para eso faltaban, digamos, unos veinte o treinta años, como mucho. Recuerdo a Margarita Reolón –nuestra secretaria en la UJC, después edil-  diciendo que cuando triunfara la revolución ella iba a terminar el liceo y estudiar no sé qué carrera. Mientras tanto, el Partido era nuestra casa, y en ese lugar, además de la militancia permanente como forma de vida, encontrábamos la respuesta para todo, desde la diversión y la amistad hasta ese horizonte utópico que daba sentido a la vida.

Quizás éramos unos ingenuos. Pero en todo caso éramos ingenuos bien acompañados. Nos acompañaban Pablo Picasso y Juan José Morosoli, Federico García Lorca, y Atahualpa Yupanqui,  Pablo Neruda y Peloduro,  Alfredo Zitarrosa y el mismísimo Carlitos Chaplin, que dicen que también era comunista. Y además, al fin y al cabo, los comunistas no eran ningunos bichos raros en Maldonado. Ya desde hacía muchos años eran parte del paisaje en cada comunidad. Desde siempre estaban los Varona, estaba Záccari, portero del cine Fragata, el carpintero Miguel Gómez, estaban Sócrates Martínez y Carlos Julio Barrios. Eran, antes que nada, vecinos. Los únicos que les tenían miedo eran los policías, porque el anticomunismo parece que venía junto con la gorra y el uniforme. Un documento del Ministerio de defensa desclasificado el año pasado por la edila Beatriz Jaurena dio a conocer un informe secreto de la policía en el año 1961 sobre los elementos comunistas de Maldonado. Y el primero en encabezar la lista, es el aquí presente Marcos Zeida.

Y en realidad no andaba tan equivocado el Ministerio de Defensa. Porque al fin y al cabo, este es un hombre que desde la isla prisión de Peña Hermosa en el norte paraguayo hasta el Penal de Libertad en nuestro país, conoció varias cárceles en cuatro países latinoamericanos. Era para tenerle miedo. Hizo un curso que fue desde la celda de una seccional en Asunción a los 19 años, hasta el Penal de Libertad donde salió con 62 años. Y aunque alguno puede pensar que es una carrera algo larga, hay que decir que se recibió con honores. Quienes conocen sus modales de caballero y su carácter aparentemente apacible, se pueden sorprender al saber que Marcos es un hombre que tenía la poco elegante costumbre de escaparse en tren, en barco y hasta a caballo de cárceles y perseguidores. Que integró el secretariado de la Confederación de Trabajadores del Paraguay. Que vivió años en la clandestinidad, mientras era perseguido por la policía, organizando al movimiento obrero en ciudades del interior de su país. Este es un hombre que discutió con Luis Carlos Prestes y Victorio Codovilla, los legendarios dirigentes comunistas de Brasil y Argentina, este hombre era el responsable del organizar el viaje de los paraguayos que fueron a pelear a España como integrantes las Brigadas Internacionales…

¿Cómo no entender, entonces, que para nosotros, Marcos era casi un dios…? No estaba sentado a la derecha del padre, pero si un par de filas más atrás. Hace 25 años las dos figuras más importantes de nuestro santoral bolchevique departamental eran Marcos Zeida y, por supuesto, Sócrates Martínez. Y estaba el Negro Acuña, que vendría a ser algo así como el Papa, el jefe terrenal de la iglesia. No era nada difícil admirar a estos tres hombres. Y Sócrates y Marcos, con una historia hecha de militancia y sufrimiento, eran dos ejemplos prácticos y al alcance de la mano de que los héroes existían de verdad. ¡Así, qué fácil era ser comunista!

Pasaron los años, pasaron muchas cosas buenas y otras no tanto, y un día más de 20 años después, me llama Carlos Peláez y me propone escribir entre los dos la vida de Marcos Zeida. Y arrancamos los tres. Yo debería haber grabado las primeras entrevistas, porque las discusiones entre Carlos y Marcos merecerían un libro aparte. Era como golpear dos diamantes a ver cual se rompía primero (y lo de diamantes no lo digo por lo precioso, sino por lo duro).

Pero Carlos arranca con el proyecto de la radio comunitaria Magoya FM y se le hace imposible continuar trabajando en el libro, así que me quedo solo con Marcos. Y créanme que no fue fácil. Yo decía el otro día, en una entrevista, que Marcos es como Jorge Luis Borges, pero en política. Es difícil seguirle el paso porque te habla con naturalidad de Rómulo Gallegos y el bogotazo de 1948, del movimiento obrero argentino en la década del 20, de Dimítrov, del Estado Novo de Getulio Vargas… Y no se detiene a explicarte, sigue de largo como si todos tuviéramos su cultura política e histórica. Yo terminaba la jornada de trabajo y corría a casa a leer libros y meterme en Internet para saber de qué estábamos hablando. Y el que tuvo que hacer un curso acelerado de historia latinoamericana del siglo XX fui yo.

En este año y pico aprendí muchísimo de historia, pero sobre todo aprendí lo que significa entregarse de cuerpo y alma a una causa y mantener esa llama viva a lo largo de toda la vida, sin descanso. Y creo ese es el mensaje que deja este libro, ese es el mensaje de la vida de Marcos Zeida, en esta época donde el ombliguismo y el egoísmo han sido elevados a la categoría de virtudes.

Y este trabajo también me dio la oportunidad de indagar en la historia de la izquierda del departamento de Maldonado en los últimos cincuenta años, en la que Marcos Zeida tuvo tanto que ver. Desde aquella tremenda huelga de la construcción en el año 54, que terminó en derrota, pasando por la creación del Movimiento de Solidaridad con Cuba, el nacimiento de la Unión Popular y el Frente Izquierda de Liberación, o el surgimiento del Pepe Frade como el primer gran líder de la izquierda. Todo ese largo proceso de conformación y consolidación de la izquierda departamental debería ser conocido por todos. A lo mejor si profundizáramos en lo que costó ese proceso, si los dirigentes de la izquierda comprendieran el enorme sacrificio personal que hizo tanta gente para llegar a donde estamos hoy, tendríamos otra actitud para enfrentar los problemas que lamentablemente vivimos hoy en el Frente Amplio.

Y si hablamos de sacrificio, tenemos que recordar lo que fue la larga, larguísima noche de la dictadura. A veces nos olvidamos que Maldonado fue uno de los departamentos más castigados por la dictadura. Y una vez más, Marcos Zeida debió pagar muy caro simplemente por ser lo que es, por ser comunista, por ser consecuente.

Yo no quiero detenerme demasiado en esta reseña en la durísima prueba que fue para un hombre de 60 años pasar por la tortura, por el infierno, por los cuarteles y por el penal de Libertad. Porque su vida es demasiado rica para reducirla a contar sus días de cárcel. Pero me parece que es de justicia histórica por lo menos contar algo que ocurrió hace 32 años y dos meses, la noche del 2 de febrero de 1976. Cerca del mediodía habían detenido a Marcos, lo llevaron al cuartelillo, a una cuadra de acá, donde ahora está el paseo San Fernando, y lo encapuchan. Cuando ya era de noche y llevaba varias horas parado, de plantón, le sacan la capucha y antes de comenzar una sesión del submarino, el jefe del operativo le dice: te hacemos esto a cara descubierta porque nosotros vamos a estar treinta años en el poder, y para entonces vos, paraguayo de mierda, vas a estar bajo tierra. El que le dijo eso a cara descubierta era el Pajarito Silvera, ese que hoy tiene la desvergüenza de hablar por radio y decir que es un perseguido político. Pasaron los treinta años que señaló el Pajarito, pero las cosas no salieron como él predijo. Mientras ese delincuente está en la cárcel, bajo la tierra del desprecio de toda la sociedad, Marcos Zeida está hoy acá, rodeado de la admiración y el afecto de todos. Eso es justicia histórica.

Y el libro recuerda que la salida democrática fue fruto del esfuerzo de mucha gente. En el año 80, cuando la dictadura era aún omnipotente, un puñado de frenteamplistas de Maldonado se juntaron para organizar el voto por el No al plebiscito constitucional. Y quien les facilitó un lugar para reunirse fue Benito Stern, en un local del Partido Colorado. Y no hay que olvidar tampoco que en el 83, cuando había que organizar la venida de los hijos de los exiliados o coordinar alguna manifestación contra la dictadura en la plaza de Maldonado, era con Miguel Ángel Galán con quien el Frente Amplio acordaba. Esas cosas están en el libro porque tienen que ser dichas y recordadas, porque es de estricta justicia. Por eso ambos han sido invitados especiales esta noche, y porque además los une con Marcos Zeida vínculos que son más fuertes que las diferencias ideológicas o políticas.

(Y un breve paréntesis: es de justicia histórica también recordar el papel central que jugó un hombre en la reconstrucción del Frente Amplio de Maldonado entre los años 1980 y 1984. Un hombre que nunca ocupó ningún cargo, que no es candidato a nada, y que arriesgando su vida fue el principal impulsor de la reconstrucción del Frente Amplio en el departamento en los años de plomo. Me refiero a Carlos Vitale. Hay quien no sabe todo lo que la izquierda le debe a este hombre.)

Marcos Zeida salió de esta dictadura y de esta cárcel como salió de las anteriores: más convencido de sus ideas y de que el mundo se dirige, a pesar de las contramarchas, hacia una sociedad más justa y más humana, donde el hombre no será el lobo del hombre. Porque Marcos es antes que nada, un comunista. Yo creo que estaba predestinado a serlo y que no es ninguna casualidad que su fecha de cumpleaños sea precisamente el 1º de mayo. Pero cuidado, no es un hombre al que la ideología lo haga transitar por los estrechos corredores del sectarismo. Por eso Marcos ha sabido ganarse un lugar de  respeto y reconocimiento que trasciende generaciones y fronteras políticas.

Para finalizar, quiero decir que este judío paraguayo nacido en Argentina y afincado desde hace 58 años en Uruguay, no ha estado solo. Desde hace ya unas cuantas décadas tiene a una persona muy especial al lado suyo. Quizás alguno se sorprenda al saber que con Petrona se conocieron cuando ella era presidenta del Centro de Estudiantes de Concepción. Que hizo discursos en la plaza festejando la derrota del nazismo y criticando la dictadura paraguaya. Que fue la voz de la Revolución de Concepción en la radio rebelde, que también supo lo que significaba ser detenida y confinada a un pueblo aislado en el norte paraguayo. Petrona sufrió además su propio calvario cuando su compañero estaba desaparecido o cuando estaba detenido. Fue además una figura imprescindible en la concreción de este libro. Su memoria me ayudó a confirmar datos difíciles y a tener una visión mucho más clara de algunos períodos en los que transcurre esta historia. Y sus tés con bizcochos eran el premio esperado después de trabajar un par de horas con Marcos. Sin ella, este libro habría sido mucho más difícil.

Gracias a todos por estar acá. Sé que muchos de ustedes están interesados por conocer su vida a través de las páginas de este libro, pero está claro que todos vinimos principalmente a hacer el homenaje que Marcos Zeida merece.

Le agradezco a Marcos haberme permitido trabajar con él, y espero que todos disfruten y se emocionen leyendo el libro como yo disfruté y me emocioné trabajando en él.  Muchas gracias.