A golpes se aprende


A casi cuatro años de ganar las elecciones en la ciudad de San Carlos, la experiencia del EP-FA en la Junta Local Autónoma y Electiva de esta ciudad es un llamado de atención sobre lo complejo que puede ser gobernar en minoría con una oposición dispuesta a frustrar cualquier iniciativa y a perpetuar los viejos vicios políticos.

Las elecciones de mayo del 2000 dieron la victoria en esta ciudad a la izquierda encabezada por su candidato común, el independiente Carlos Núñez Pallas. El 43% obtenido frente al 32% del Partido Nacional y el 23% del Partido Colorado ubicó por primera vez en un gobierno del interior del país al EP-FA. San Carlos, la segunda ciudad del Departamento Maldonado con 24 mil habitantes y poseedora de una de las tres juntas autónomas y electivas del país, confirmó en esos comicios su tradición de punto fuerte de la izquierda departamental, y la lista común de esta organización política puso a Nuñez y a Nilo Baliñas (Cabildo 2000) al frente de la administración local.

Sin embargo, la integración del gobierno de la ciudad es muy peculiar: la Junta se conforma con cinco ediles electos en representación proporcional a los votos. Aunque al EP-FA le correspondió la Presidencia del cuerpo en su carácter de vencedor de los comicios, con sus dos ediles sobre cinco se encontró al frente de un gobierno colegiado pero en minoría, con una ciudad expectante y atrapado en una pinza entre la mayoría blanquicolorada y la oposición del gobierno municipal de Enrique Antía. El resultado hasta ahora, en estos 45 meses de gobierno compartido, muestra descarnadamente la actitud que se puede esperar de los partidos tradicionales si el triunfo de la izquierda no va acompañado de claras mayorías que le permitan tener las manos libres

INOCENCIA PERDIDA. “Creo que éramos demasiado ingenuos” explicó a Brecha el propio Presidente de la Junta Local, Carlos Núñez, quien recordó las expectativas con que se prepararon para ocupar el cargo. “Antes de asumir tuvimos cuatro reuniones con Antía en las cuales le planteamos nuestro proyecto de gobierno y cómo queríamos gestionar la Junta, y no nos decía nada. Solamente nos escuchaba. Y en la primera sesión, nos encontramos con que entraba el yerno de un edil blanco como director, y otro amigo de ellos como secretario. Y no nos dieron ni siquiera la oportunidad de tener cuarto intermedio, que es una cosa hasta de convivencia. Ahí, en esa primera sesión, se marcó lo que iba a ser el resto del período”. También desde el principio la Presidencia se encontró con que los mandos medios, blancos y colorados, le ofrecieron una resistencia permanente que dificultó más aún la labor, hasta extremos engorrosos. Como explica muy gráficamente Núñez, “es como si cuando Tabaré Vázquez asumió la Intendencia en el 90 no hubiera podido nombrar ningún director y hubiera tenido que trabajar con los que ya estaban”.

Aún así, la izquierda desarrolló una estrategia de apoyo en la movilización popular que obligó a la mayoría a votar determinados proyectos. La conformación del primer presupuesto de obras de la ciudad fortaleció un movimiento, el de las comisiones barriales, que cambió la fisonomía de la Junta y le dio un carácter muy particular a la nueva administración. “Logramos que la propia Junta convocara y discutiera con todas las comisiones de barrio. Había una comisión de obras conformada por gente de los tres partidos, y se recogieron las demandas de todos los vecinos. Y se hizo un plan para el quinquenio con las propuestas de los barrios. No siempre se les dijo que sí, porque participación no es escuchar lo que dice el vecino y anotar todo. Pero el resultado fue riquísimo, con una situación muy especial en la que el vecino discutía con el político y con el técnico”. Después los blancos y colorados se ocuparon de recortar y desvirtuar el presupuesto, pero eso también formó parte de la experiencia de la gente.

QUINTAS Y CARNAVALES. Acercar el gobierno a la población fue una de las prioridades de la presidencia. “Cuando en un gobierno el vecino empieza a ser molesto porque viene a proponer cosas, ya estamos jodidos. Se ha tenido hasta que exagerar con una Junta de puertas abierta. Hemos desacralizado este lugar. La gente descubrió que el edificio es suyo y que la sala de sesiones sirve para que las comisiones de los barrios se reúnan, o para armar el carnaval de San Carlos” explica Núñez.

Gracias a esa política es que se pudieron llevar adelante proyectos muy interesantes. La participación popular no fue fomentada ni estimulada por la Junta como cuerpo, porque su mayoría no lo quiso, pero cuando la gente sintió que desde la presidencia se le pedía opinión y se le escuchaba, el movimiento se desarrolló con fuerza en poco tiempo. El resultado fue un fenómeno que hoy está vigente y es parte de un modelo, rengo y desprolijo, pero con una impronta popular y participativa muy diferente al que aplica la Intendencia de Maldonado en el resto del departamento. En la Junta de San Carlos hay varios locales municipales en manos de vecinos, hay proyectos de autogestión como el Plan Tatú de la Barra, o el del Molino Lavagna, y hasta terrenos de la Junta cedidos a comisiones de barrio para que los trabajen. Y esto se logró porque para los tres ediles blancos y colorados a veces era muy difícil votar en contra de las iniciativas de las comisiones de barrio, integradas por vecinos blancos, colorados y frenteamplistas. Los pequeños dirigentes barriales de los partidos tradicionales también estaban en esas comisiones y en definitiva apoyaban los planteos no solamente para evitar aislarse sino porque además ahí estaban representados sus propios intereses.

AUTONOMIA EN RETROCESO. La Intendencia ha estado en guerra permanente con la Junta. Uno de los pilares en la estrategia del gobierno de Antía en este aspecto fue el proceso de recorte de su autonomía en beneficio de la Intendencia. Este fenómeno de acumulación de poder en realidad no es nuevo, ya que arrancó en la época de los militares y se acentuó en los tres períodos que siguieron. Pero esta administración lo llevo a extremos desconocidos. El año pasado, los servicios jurídicos de la Intendencia dictaminaron que la Junta Local no era ordenadora de gastos. Sin embargo, una consulta efectuada al Tribunal de Cuentas tuvo como respuesta que ese cuerpo es ordenador de gastos primario, al mismo nivel que el intendente, lo que quiere decir que puede planificar sus gastos sin pedirle permiso a nadie, y puede hacer hasta licitacioness. Sin embargo no tiene ni siquiera una cuenta bancaria. Todos los dineros van diariamente al gobierno municipal central, desde donde cada tanto se revierten partidas de dinero. La autonomía financiera y la descentralización, conceptos muy sentidos por los carolinos, son cuestionados permanentemente desde el poder central. Esta arriesgada estrategia del Partido Nacional (arriesgada desde el punto de vista de su apoyo electoral) ya le está dando frutos amargos al intendente: luego de un par de incidentes de rechazo, silbatinas y abucheos, a su persona en actividades públicas en San Carlos, el jerarca ha reducido a la mínima expresión su concurrencia a actividades de masas en esta ciudad.

Esta política, contradictoria además con el discurso anticentralista de los blancos, da una pista de hasta donde puede llegar el progresismo de la gente que acompaña al precandidato Jorge Larrañaga. No hay que olvidar que a pesar de que a nivel nacional, el intendente Enrique Antía se alinea con el ex intendente de Paysandú y es visto como una figura renovadora, su administración en el departamento corre por los viejos carriles conservadores y ha sido reiteradamente denunciado por basarse en el clientelismo y hacer uso de los peores vicios del sistema político. Carlos Núñez lo dice claramente: “Antía se parece a (Julio María) Sanguinetti. En el exterior tiene un discurso muy liberal y socialdemócrata, pero acá dentro hace gala de una reacción tremenda”

UN TRABAJO DIFICIL. El día a día del trabajo en la Junta es difícil. Los enfrentamientos de los dos ediles frenteamplistas con los tres ediles blancos y colorados son permanentes y han llegado hasta la agresión física. Cualquier cosa puede dar lugar a una polémica. Si el Presidente de la Junta –que ocupa un cargo honorario-  quiere tomarse su licencia, blancos y colorados entienden que quien debe ocupar su lugar no es su suplente sino que se debe votar, a pesar de la opinión contraria de la Corte Electoral. Si hay una investigación por irregularidades, la falta de colaboración de los mandos medios hace que sea imposible llegar al fondo de la cuestión. Si a pesar de las dificultades, el Presidente de la Junta constata situaciones irregulares y sanciona un funcionario, el expediente es elevado al intendente que a los cuatro meses desestima la suspensión. “En cualquier empresa, si no hay sanciones para los que actúan mal, la cosa no funciona. Y es lo que se está dando en la Junta” se queja Núñez.

Un efecto imprevisto de las repetidas polémicas de Carlos Núñez con sus colegas blancos y colorados y con el Intendente Antía es que lo han convertido en una figura de primerísimo nivel en la política departamental, algo que no había pasado con quienes lo antecedieron en el cargo. Su incorporación al Espacio 609 y su lanzamiento a la arena electoral como candidato a la diputación generó un nuevo escenario en la interna del EP-FA.

Habrá que ver si los electores, que son quienes tienen la última palabra, aceptan sus excusas por la falta de resolución de muchos problemas de San Carlos. Lo cierto es que sigue siendo el Presidente, ya estamos en campaña y pronto comenzarán a escucharse las voces de quienes lo harán responsable por no haber cumplido con todo lo prometido hace cuatro años.

Publicado el 2 de abril de 2004 en Brecha Nº 0957