La izquierda en Maldonado: La hora de los caudillos


La transformación de la izquierda, en Maldonado, de un movimiento testimonial en una opción cierta de gobierno viene acompañada por un fenómeno que no deja de preocupar a las dirigencias montevideanas: el carácter cada vez más caudillista de los líderes locales.

Los números son llamativos. En las recientes elecciones internas, cinco sectores del Frente Amplio (el MPP, el Partido Socialista, Asamblea Uruguay, la Vertiente Artiguista y Democracia Avanzada) obtuvieron en conjunto el 75 por ciento de los votos en todo el país. En Maldonado, sin embargo, esos mismos sectores, en las listas a la Convención Nacional, obtuvieron el 39 por ciento, y en las correspondientes a la Convención Departamental apenas alcanzaron el 25. El espacio electoral es cada vez más reducido a medida que se consolida el fenómeno de la preeminencia de los dirigentes departamentales, una situación que por cierto no se forjó de un día para el otro. Esto tiene su lógica, además, en un país macrocefálico donde las protestas contra la postergación del Interior adquieren carácter de reivindicación histórica; el centralismo es un mal que no se reduce al aparato del Estado o la economía, sino que también recorre transversalmente todo el espectro político. Que ese reclamo histórico tenga su influencia dentro de la propia izquierda del Interior no es otra cosa que el resultado de la irrupción de grandes sectores de la población en el EP-FA, que traen consigo sus propios puntos de vista e intereses y también sus formas tradicionales de entender la política.
Una de las consecuencias de esta situación es que la correlación interna de fuerzas obliga a los grandes sectores nacionales a buscar acuerdos particulares con estos líderes locales, de manera de no quedar relegados en el tercer departamento en población y fortaleza electoral de la izquierda, detrás de Montevideo y Canelones. En esa circunstancia se inscribe el caso del diputado Darío Pérez, largamente cortejado por el Espacio 609 y los socialistas, interesados en llegar a un acuerdo para octubre, siendo los últimos quienes lograron ese objetivo. Con el mismo propósito, asambleístas y comunistas mantienen conversaciones con el diputado Enrique Pérez Morad, otro dirigente local con importante caudal de votos.
Sin embargo no siempre fue así. Las primeras elecciones del período posdictadura mostraron un FA departamental cuyos resultados electorales estaban en sintonía con las tendencias nacionales. Algo similar ocurrió en las elecciones de 1994, a partir de las cuales comienzan los cambios. Al no reeditarse el acuerdo departamental a la Cámara de Representantes, por vez primera cada sector compitió directamente con su candidato. Gracias al 42 por ciento de los votos que obtuvo Asamblea Uruguay, la banca fue conseguida por un médico de San Carlos sin militancia política llamado Darío Pérez. Este hombre, de orígenes blancos y desconocido fuera de su ciudad natal, inició entonces un periplo que lo transformaría en el primer candidato de masas del Frente Amplio, abriendo el camino a la transformación de la izquierda en el departamento.

EL FAVORITO.

En 1995 las diferencias entre Darío Pérez y Danilo Astori llevaron a que el diputado de Maldonado rompiera con Asamblea Uruguay y optara por un camino propio. Acompañado por un pequeño número de militantes, formó un nuevo grupo y pronto adoptó un discurso muy crítico hacia la estructura de la coalición. En ese período Pérez enfrentó a la mayoría del FA, dio forma a un discurso de durísima oposición a la administración blanca, y se proyectó como figura política de primer nivel departamental. En las internas de abril de 1999 se impuso definitivamente cuando consiguió el 50 por ciento de los votos para su candidatura a la Intendencia. En octubre de ese mismo año el EP-FA ganó también en Maldonado, duplicando su votación de 1994. La Unión Frenteamplista, encabezada por Darío Pérez, retuvo las dos bancas de diputados que alcanzó el FA en este departamento. Se consolidaba así una tendencia política que rompía con el comportamiento electoral tradicional, y por primera vez un dirigente departamental sin el apoyo de los grandes sectores de la izquierda se convertía en el referente de un FA que, además, ahora le habla a las masas.
En las municipales de 2000, Darío Pérez fue el candidato único de la izquierda en Maldonado. Aunque mantuvo los niveles de votación de octubre del 99, perdió la elección con el Partido Nacional, y en la interna con la Alianza Progresista (AP), otro movimiento de carácter marcadamente departamental. Pérez y Óscar de los Santos (la figura de la AP) representaron la mitad de los votos de la coalición, y recién en un distante tercer lugar apareció el Partido Socialista.
Al estilo de los viejos caudillos del Interior, Pérez, un hombre de fuerte personalidad, conduce su fuerza con puño de hierro, lo que lleva a frecuentes alejamientos de dirigentes que no aceptan plegarse a su voluntad política. Las anécdotas de sus desplantes hacia el segundo diputado de su propia lista, con quien se pelea casi en seguida de la elección, son recogidas por la prensa y pasan a formar parte del folclore local. Su posición ante la administración blanca es equivalente a la pésima relación personal que mantiene con el intendente Enrique Antía, algo que complica el relacionamiento del EP-FA con el sistema político y pone una nota de incertidumbre sobre el margen que tendrá para negociar con la oposición si gana las elecciones municipales.
Más de una vez actúa sin consultar a la Mesa Política, que a esa altura ya está domada, y tiene roces hasta con el propio Tabaré Vázquez, a quien no le hace gracia un dirigente que no responde a ningún partido y, por lo tanto, no controla desde Montevideo. Su figura levanta pasiones. Se lo ama o se lo odia. Pero es, a esta altura, un referente ineludible, un nombre que convoca como no lo había hecho nadie en este departamento que no fuera blanco o colorado. Para una parte importante del nuevo electorado de la izquierda, el FA es Vázquez y Pérez, y ahí se acabó la historia.

EL RIVAL.

Por su parte la Alianza Progresista, otro grupo con un marcado perfil local, a medida que avanza en sus resultados electorales ve cómo su principal figura trasciende el sector y se transforma en un fenómeno de masas con características parecidas –aunque estilo propio- al de Pérez. Se trata del edil De los Santos (42 años), un ex dirigente comunista de extracción obrera, con un discurso más moderado y dialoguista que el de su rival en la interna. Para el ciudadano de a pie de Maldonado su grupo no es ni el de los ex comunistas ni el de los blancos de Rodolfo Nin; es el grupo del “Flaco” De los Santos. Los datos electorales revelan que hay un sector de la ciudadanía que desde hace diez años es fiel a este dirigente, más allá de las alianzas o los diferentes números de lista con que pueda presentarse. En San Carlos, Pan de Azúcar y determinados barrios populares de Maldonado, es la primera figura del FA desplazando a Pérez. El duelo entre los dos ya está institucionalizado, pese a que ambos dirigentes han logrado que ese enfrentamiento no rebase ciertos límites (nunca se han criticado públicamente).

EL ENEMIGO.

El dato novedoso, e inquietante para muchos, ha sido la irrupción de Ricardo Alcorta en el tercer lugar dentro de las opciones departamentales de la izquierda, lo que arrincona aun más a los partidos de alcance nacional. Si bien integra el Nuevo Espacio (NE), su perfil es tan distinto al de Rafael Michelini que quien elige esta opción en Maldonado claramente lo está haciendo por su persona, y no por la del cabeza de lista de su sector. Su incorporación al NE estuvo rodeada de polémica y es rechazada por algunos sectores del FA por haber desempeñado altos cargos en la Intendencia durante la dictadura, y por haber sido uno de los dirigentes más visibles de la administración de Domingo Burgueño.
Alcorta es un dirigente blanco al viejo estilo, sin intenciones de transitar por las fatigosas estructuras de la izquierda, otro asunto que desvela a buena parte de la dirigencia local. En todo caso, y dado que es probable que obtenga varios ediles en los comicios de 2005, el peso específico de Alcorta en una comuna de izquierda será bastante superior al que recoja de las urnas.