Cartas echadas


La madrugada del 27 de noviembre de 1989, cuando el conteo de votos en el departamento de Maldonado demostró inequívocamente que Domingo Burgueño sería el próximo intendente, sus partidarios tuvieron que ir a buscarlo a su casa y despertarlo. Aunque no era muy tarde, hacía rato que el dirigente estaba durmiendo, lo que demuestra la poca fe que tenía en su triunfo.

Era comprensible su desconfianza. Desde el fondo de la historia departamental, todas las elecciones (con la excepción de la de 1958) las habían ganado los colorados. La mayor parte de las veces, los dos diputados del departamento eran de esa colectividad; la expresión “bastión colorado” parecía haber sido creada para Maldonado.
Para este 31 de octubre, una cosa y sólo una es segura: cuando se abran las urnas, vendrá la confirmación oficial de que esa etapa de la historia esta muerta y enterrada.
Todas las encuestas -incluyendo la que fuentes muy cercanas al propio Antía dieron a algunos periodistas- coinciden en que el EP-FA ganará en Maldonado, que los blancos llegarán segundos y que los colorados quedarán entre un 8 y un 12 por ciento. Esta ecuación modificó el mapa electoral departamental y no parece ser un fenómeno coyuntural.

LOS BLANCOS.

Quizás ha sido la falta de confianza en las promesas de Larrañaga acerca del balotaje lo que ha llevado a los dirigentes locales a gastar tanta energía en los conflictos sectoriales en desmedro del resultado partidario. Pero lo cierto es que, a medida que se acortan los plazos, las peleas entre sus diferentes agrupamientos han ido creciendo y ocupando espacios en la lucha electoral. Con un discurso de unidad en una mano y un garrote escondido en la otra, la mayoría blanca ha vivido un proceso de división que amenaza el futuro político del intendente Antía.
Hasta hace dos meses, el intendente gozaba de una situación inmejorable. A la liquidación del pleito en la interna sumaba el hecho de que su partido había superado a su gran rival, el EP-FA, en las internas de junio. La inclusión del intendente como segundo titular de la lista al Senado de Correntada Wilsonista cerraba la ecuación. Sin embargo, el abanico de opciones que le dio el triunfo en las internas resultó un problema inmanejable a la hora de armar la lista única a diputados. Era imposible contemplar a todo el mundo y la solución lógica fue ubicarlos de acuerdo a los resultados del 27 de junio. Pero no todos quedaron satisfechos y, en ocasión de un viaje de Antía a México, un sector de dirigentes muy importantes decidió romper con la estrategia oficial y armar su propia lista, nada menos que con el Senado oficial de Larrañaga. Y en la concreción de la misma fue muy importante la participación desde Montevideo del ex intendente de Tacuarembó Eber da Rosa, uno de los operadores políticos de Larrañaga, y hombre cercano al propio Antía. Fue, para este último, un balde de agua fría.
Ahora, y según los datos de las encuestas, Antía depende en gran medida de lo que él mismo pueda conseguir en su propio departamento, si quiere llegar a sentarse en la Cámara alta. El crecimiento del Herrerismo en los últimos días, dentro de un partido que está estancado en las encuestas, hace más complicada aun su situación.
En ese entorno, el ambiente dentro del Partido Nacional se puso muy espeso. Ediles “rebeldes” denunciaron amenazas del “aparato de Antía”, el secretario general de la Intendencia dijo que su jefe lo amenazó con que lo iba a dejar sin trabajo, y acusaciones cruzadas y golpes bajos por doquier amenizaron durante algunas semanas la campaña electoral.

EL ENCUENTRO.

La izquierda intentará ganar por segunda vez consecutiva las elecciones, pero esta vez aspira a que la brecha sea más importante -en 1999 ganó por apenas 17 votos-, porque sabe que lo fundamental es el aporte al triunfo de Tabaré Vázquez y, luego, aprovechar el efecto arrastre para conquistar la Intendencia.
Las encuestas coinciden en que el diputado Darío Pérez (Cabildo) y el edil Óscar de los Santos (Alianza Progresista) son los que tienen más posibilidades de quedarse con las dos bancas que presumiblemente tendrá la izquierda. Pero la gran movilización y la envergadura del acto del MPP, el lunes 25, abren una interrogante sobre las posibilidades del emepepista Carlos Núñez, presidente de la Junta Local de San Carlos.
Pero tampoco todo es color de rosa en el EP-FA. Aunque los niveles de confrontación interna han sido controlados por primera vez, el candidato de la Nueva Mayoría, Ricardo Alcorta, ha generado desazón entre militantes y dirigentes con sus declaraciones públicas. Alcorta, largamente cuestionado por sectores de la izquierda por su participación como jerarca durante la dictadura, dijo que durante la época de los militares no había existido persecución política en la Intendencia, que había tenido el placer de trabajar con los interventores militares y que, en fin, tenía “gratos recuerdos” de aquellos días. Para rematarla, reconoció que tenía una jubilación de más de 20 mil pesos por haber sido funcionario de confianza de la dictadura.
Los números fríos indican que de los cuatro diputados que la Corte Electoral adjudicó al departamento, dos serán frenteamplistas y dos blancos. Eso no quiere decir que los colorados se queden sin representante: los más de diez mil votos que seguramente tendrán les otorgan grandes posibilidades de ganar una banca por restos. Pero la mesa está servida y los colorados no están invitados. Luego del pasaje de Benito Stern a la Unión Colorada y Batllista, cansado del vacío que le hizo Sanguinetti, y con Wilson Sanabria (dirigente con la peor imagen en el sistema político departamental) al frente del Foro Batllista, el panorama interno del partido de gobierno es desolador.